Muchas de las conversaciones a las que asistimos últimamente tienen que ver con cómo fomentar y extender la cultura de la innovación social, extender su práctica a la sociedad. En NEMESIS creemos que hay una respuesta obvia: la educación.
Que la educación es el futuro es un lugar común, pero no por ello deja de ser cierto. Si lo que queremos es un futuro mejor, no hay mejor alternativa que empoderar a los estudiantes, ya que ellos serán quienes tengan en su mano el cambio como adultos del mañana. Por eso, debemos ayudarles a desarrollar habilidades y competencias que les permitan cumplir sus objetivos. De ahí nuestro lema: educación e innovación social para cambiar el mañana.
Al contrario que muchos proyectos actuales, nuestro objetivo no son los estudiantes de las universidades sino los de educación primaria y secundaria (de 6 a 18 años). Parafreaseando a Donna Haraway, creemos que para imaginar el cambio debemos pensar que éste es posible, y es en la escuela donde todo empieza.
Aunque incorporamos elementos del emprendizaje, nuestra filosofía no es la de educar a futuros emprendedores que monten empresas como solución al desempleo. Nosotros pretendemos que el alumnado desarrolle habilidades para identificar y enfrentarse a problemas sociales, fomentando así competencias como la empatía y la resiliencia. Llamamos a lo que hacemos “educación para la innovación social”, que podríamos definir como aquella que busca que los estudiantes se conviertan en motores de cambio sea cual sea su futuro ámbito profesional; es decir, que sean capaces de identificar oportunidades de mejora y de ponerlas en marcha. Dicho de otro modo: que se conviertan en ciudadanos activos comprometidos con mejorar la sociedad en la que viven.
Para ello recogemos ideas de distintas teorías y pedagogías educativas (el aprendizaje experimental, el educación cívica, el aprendizaje en torno a proyectos o el aprendizaje de servicio, entre otras) y las fusionamos en un modelo educativo que se basa en tres elementos: el aprendizaje como proceso colaborativo en el que los demás son fuente de conocimiento, la dimensión social de la innovación y el trabajo en comunidad.
Los proyectos que desarrollan las escuelas participantes son de lo más variado: desde una mejora integral del patio del colegio (incluyendo un huerto, una brigada ecológica y un área de juego con materiales reciclados) a un mercadillo de segunda mano para reducir el consumo de ropa, o un proyecto de reforma integral para crear un espacio seguro para niños y niñas con dificultades. Esta diversidad de proyecto refleja la amplitud del campo de la innovación social y sus posibilidades de aplicación en el contexto educativo.
Todos estos proyectos surgieron a raíz de reuniones entre docentes, estudiantes, padres y personas o entidades afines a la innovación social. La diversidad de los proyectos vuelve ser evidente cuando se mira los diferentes innovadores sociales implicados: empresarios, ONGs, activistas sociales, miembros de jardines urbanos… En algunos casos, también se cuenta con representantes de los ayuntamientos o las juntas de distrito.
A estas reuniones para intercambiar ideas y pensar soluciones las llamamos laboratorios de co-creación, y son una pieza fundamental de nuestro modelo educativo. Decimos que es aquí donde ocurre la magia; donde los diferentes actores salen de sus respectivas áreas de especialización y comparten ideas y experiencias con la ayuda de metodologías participativas. Estas metodologías son las que nos permiten asegurarnos de que todas las voces son oídas y los proyectos no son dirigidos por padres y profesores en lugar de estudiantes.
¿Nuestra meta? Que estas ideas colaborativas y de innovación social se adopten de forma generalizada en nuestras escuelas e institutos, integrándose lentamente en su cultura y permeando su currículo; estrechando así las conexiones entre los centros y el vecindario en el que se ubican. Sabemos que hay muchos retos que superar, desde los distintos grados de autonomía escolar en Europa a las dificultades de cambiar los modelos organizativos dentro de los centros educativos. Sin embargo, esperamos que este proyecto consigo sobrepase y sea un peldaño más en la introducción de la innovación social en las escuelas.
La cita de Haraway a la que hacíamos referencia al principio dice así: “simplemente para imaginar un cambio en las relaciones de poder, uno debe vivir en un momento social en el que el cambio es posible, en el que se están resignificando diferentes áreas de la vida” (traducción libre de una cita del libro Primate visions: Gender, race and nature in the world of modern science). Ahora que la innovación social gana presencia en diferentes contextos sociales y políticos, es el momento perfecto para enseñar su filosofía y valores a la nueva generación, porque ellos serán el cambio del mañana.
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Este artículo apareció originalmente en inglés, en la web del proyecto Social Innovation Community